ACTO REFLEJO
Camilo Yáñez / Curador
“Mi violencia es la violencia del ser libre, que se niega a someterse.
La creación es violenta. La vida es violenta. Nacer es un proceso violento.
Una tormenta, un terremoto son movimientos violentos de la naturaleza.
Mi violencia es la violencia de la vida. ¡No es una violencia antinatural, como la violencia del Estado
que envía a vuestros hijos al matadero, embrutece vuestras mentes y
exorciza vuestras almas!”
Klaus Kinski
Desde finales de los años setenta y luego de estudiar Arte en la Universidad de Chile con profesores de la talla de Adolfo Couve y Luis Lobo Parga, Jorge Brantmayer inicia su trabajo fotográfico de manera sistemática. Sus primeras obras se relacionan con el cuerpo, la performance y las intervenciones efímeras junto al colectivo GRUPO PLÁSTICO integrado por Víctor Hugo Codocedo y Alberto Díaz, entre los años 1978 y 1979. Aquellos trabajos y acciones fueron construidos de manera muy visceral, eran ejercicios inconscientes que buscaban ejercer la libertad a través de ideas sensibles, algo así como un antídoto para sobrellevar la brutal realidad de esos años.
La práctica de la pintura sumada a la destreza con la cámara, llevan a Brantmayer a realizar durante décadas, una serie de obras en estudio cuya lógica constitutiva se basa en documentar distintos problemas plásticos con un modelo. Una de las habituales dinámicas que tiene un pintor con su modelo y la tela, es aquella dada en la dicotomía procesual: cuando se pinta no se puede ver el total, sólo lo puntual y cuando el pintor se aleja para ver el total de sus avances, no esta lo suficientemente cerca para poder pintar; se corrige sin ver y se ve sin poder corregir, la simultaneidad es casi imposible. En la fotografía, por otra parte, el asunto se centra en la detención del tiempo, en captar en un microsegundo todo aquello que por naturaleza se mueve, que es pasajero y circunstancial. El disparo fotográfico cristaliza imágenes que muchas veces no podemos ver en tiempo real. Brantmayer, en su constante persecución por reconocer y hacer emerger sus inquietudes más profundas, combina conscientemente ambas técnicas.
En la muestra DIARIO se exhiben por primera vez al público una parte de las fotografías más íntimas del autor, son literalmente ejercicios de ensayo y error, sin un destino determinado y motivados, muchas veces, por instinto y pulsión. Hay algo de acto reflejo en cada imagen que compone la muestra. Las fotos tienen una cierta indeterminación atmosférica, que se suma a la distancia temporal que hay entre una y otra toma, evidenciando así la insistencia de Brantmayer por la pose y los estereotipos. Si uno mira atentamente cada imagen, puede distinguir evidentes relaciones visuales operando allí: el imaginario de Francis Bacon, las acciones con el cuerpo y la mancha de Yvés Klein o Gunter Brus, los dripping’s de Jackson Pollock o el trabajo con Ketchup y pintura de Paul Mccarthy.
En algunas fotos es posible ver autorretratos donde el sujeto posa con diversos modelos, como en la serie Entre el sexo y el hambre de 1982, o en otras donde se ve vulnerado y atacado por chorros y manchas de pintura. Bodegones, escenas y modelos son captados justo en el instante donde el roce, la fricción y el choque de materialidades produce una extrañeza llena de interrogantes visuales que buscan sentido. Los detalles y las texturas del escenario y la escenografía muestran la preocupación de un imaginario híbrido entre realidad, inconciente y cita pictórica.
Las imágenes ponen en escena actos de liberación interna, al modo en que lo señala Bacon “Realmente no tengo ningún mensaje que dar: yo pinto. Y cuando lo hago sólo trato de excitarme a mí mismo, de conseguir una cierta emoción en mi propio estómago”. Para Brantmayer,la soledad combinada con la necesidad de documentar las imágenes que estallan en su cabeza, son una coyuntura ineludible. Echando mano a los materiales que están en el estudio, a modelos o a él mismo, crea situaciones que son forzadas a construir una narrativa y cuya ambigüedad se devela una vez que el tiempo se ha fijado en la foto. Los cuerpos que vemos en cada encuadre, están allí disponibles, en una especie de juego bastardo y desacralizado, como soporte de contención de cierta violencia que subyace al interior de cada ser humano.
Es inquietante ver cada una de las cerca de 25 imágenes de mediano y gran formato que componen la muestra. DIARIO nos permite mirar y reflejarnos -al modo del espejo en la pintura de Velásquez- en las inquietudes de Brantmayer, en su imaginario diario, sus obsesiones, sus preocupaciones y pulsiones más recurrentes, que siendo personales también son colectivas.
Santiago de Chile, Julio 2012