“Un poema es un objeto hecho de lenguaje,
los ritmos, las creencias y las obsesiones de este
o aquel poeta y de esta o aquella sociedad”
Octavio Paz, Los hijos del limo
Una figura de talante calmo avanza paso a paso entre los rieles oxidados de una antigua estación de trenes en Renca. Le siguen jóvenes, viejos y niños. Sus brazos delgados pero firmes sostienen un megáfono por donde comienzan a proliferar palabras. Su voz se sostiene con la misma serenidad de su andar; mientras, el viento silba y las emanaciones de la central termoeléctrica invaden los pulmones de los presentes. Elvira Hernández lee fragmentos que calan en quienes escuchamos con admiración y sorpresa. La poesía monta un paisaje entre las ruinas y los sitios eriazos de la periferia. La poeta recita y sus palabras cobran un sentido.
Guido Arroyo describe a la poeta como una caminante solitaria en una ciudad imposible (2019, p. 3). Elvira Hernández es el heterónimo de Teresa Adriasola, que abre la interrogante sobre si se trata de una ficcionalización (Olea, 1992), una personalidad aparente, un biombo o simplemente un llamarse a sí misma de otro modo. Su heterónimo responde a un nombre común, no a referencias ostentosas ni apellidos con carga insigne, lo que “subraya lo importante que significa escribir poesía desde la esfera común” (Arroyo, 2019, p. 3). La subjetividad poética de la caminante solitaria pareciera transmitir cierta incomodidad en la ciudad imposible que habita. Ella misma declara: “mi escritura se ha hecho en el ocultamiento” (Hernández, 2019, p. 16).
Para Hernández la poesía pareciera ser un estar cautiva, un sometimiento ante las palabras que en su autonomía hacen presa a quien está en el diario vivir como cualquiera. El desafío es que la palabra poética “más que perseguir juegos estéticos, debe perseguir develaciones” (Hernández, 2013, p. 214), y esto solo se consigue en el amago. Entender la poesía como la única manera de poder respirar, absorber el mundo con constancia y disimulo. Hacerlo, también, desde un lugar ético: Elvira Hernández pone a los poetas al nivel de los parias y, desde ese lugar, “la poesía hace política, habita la polis y nada le es ajeno” (de Mora, 2022). De ahí la contingencia de voces como la de Elvira Hernández, desde la circulación clandestina de La bandera de Chile en dictadura hasta las apariciones de sus versos en protestas e intervenciones en la revuelta social. “Creo que tenemos que ser más ciudadanos que nadie”, afirma Elvira Hernández respecto a la responsabilidad del escritor en tanto sujeto público (Ramírez, 2019).
Rendirse ante el sometimiento de la escritura lleva al sujeto a ser poeta en el instante mismo en que esta se desarrolla. Elvira Hernández menciona una concepción mapuche que sugiere que se es poeta en el momento en que se escribe (Granja, 2020). Entre el tráfico de esta ciudad imposible deambulan seres comunes y corrientes que plasman sus palabras en cuantiosas páginas, pero que, coronados con la palabra poeta, corren el riesgo de caer en la simple palabrería. En la coyuntura es necesaria una “capacidad de entendimiento para no ser pura palabrería”, dice Elvira Hernández (García Bustos, 2020). Las palabras vacías serían un despropósito, un exceso, como las colmadas vitrinas de las calles anunciando novedades.
“Lo que une a todas las obras de Elvira es el radical desinterés por la carrera del escritor” (Arroyo, 2019, p. 5), un desinterés por la idea de escribir para ver plasmado el propio nombre en una portada. La poesía de Elvira Hernández se sitúa desde lo otro, no desde lo confesional (Retamal, 2022), ni hace referencia a un entramado biográfico (Arroyo, 2013, p. 11), por el contrario, pone la experiencia colectiva por sobre la propia. Hay en su escritura una palabra que no persigue premios, una palabra nacida desde el silencio como si ese fuera su hábitat original. En palabras de Elvira Hernández: “la escritura es un acto silencioso, particular y solitario” (Granja, 2020). Entre el bullicio de la ciudad imaginaria y de las palabrerías de algunos “pohetas”, el silencio y la palabra común pasan a ser la trinchera desde donde se vislumbra la bulliciosa noche de la ciudad imaginaria. “La poesía necesita estar en permanente escucha”, afirma también Elvira Hernández (Paz, 2022).
El momento en que se lleva el lápiz al papel conforma una aparición en que la poeta-caminante se encuentra, de pronto, sorpresivamente escribiendo. “La poesía es tentativa” sugiere la poeta-caminante, al mismo tiempo que sugiere que el poema sería la constatación de un absoluto fracaso (Abalo, 2019). En su Arte poética plantea que “escribir poesía no es una actividad tranquila” (Hernández, 2013, p. 7); el lenguaje poético mantiene cierta autonomía y el trabajo de la poesía sería el de encontrar las palabras adecuadas. El lenguaje es, en el fondo, una casa donde nos hospedamos, y este se revela radicalmente: “toda conformidad entre la cosa y su concepto es contingente» (de Mora, 2022). El pensamiento sobre el lenguaje, afirma Elvira Hernández, cruza toda su escritura (Abalo, 2019).
Esta ciudad imaginaria está también al alero de la sociedad de consumo, pero la poesía no es ni una actividad ni un proyecto de valor para el mercado. En su autoentrevista titulada “Compacto de baja fidelidad” Elvira Hernández hace una distinción entre la difusión de un libro y su masificación (Hernández, 2013, p. 219), haciendo hincapié en la pérdida de un lector crítico frente a la ornamentación publicitaria de la lectura, que como un producto más pareciera inmergir la palabra poética en una fangosidad ruidosa: “la explosión del libro (…) es suficiente para que la poesía pierda su hábitat” (Hernández, 2019, p. 16).
Hay en la escritura de Elvira Hernández una relación íntima con la memoria (Ramírez, 2019), pero también una urgencia por nombrar lo que está ocurriendo (Hernández, 2019, p. 45). Su escritura cuestiona al acto mismo de escritura y a la figura del poeta más cercana a la palabrería ególatra, que al ser común y corriente; en palabras de Nicanor Parra: “el poeta es un hombre como todos”. Frente a la coyuntura, Elvira Hernández recalca la importancia de una escritura de registro o impresionista (Ramírez, 2019) y convoca a los escritores a estar presentes y a no enamorarse de la escritura propia (Abalo, 2019).
De los rieles de la antigua estación de trenes de Renca, el gentío avanza con la poeta por las calles de la periferia de la ciudad hasta instalarse en el bandejón de Domingo Santa María. Ya no son sus palabras las que atraviesan el megáfono, pero su talante calmo pareciera desprender el fuego restante de aquella combustión que implica para ella el proceso de la escritura (Abalo, 2019). Interpela al lenguaje y a la escritura misma con su voz queda; en Álbum de Valparaíso a los y las poetas les dice:
muy señor mío y señora mía
pohetas:
te tienes que escribir con algo de letra muda para
entenderte, y entender que no puedes entrar en
globo aerostático o montado en burro a la ciudad.
¿vives acaso en la cima de una columna o estás
tratando de arrebatar el micrófono? (constato que
hoy todos chupamos ese candy de palabras con la
rara excepción tuya) ¿cuál es la palabra del poeta?
(quizás ya no quedan palabras)
te recomiendo mejor una de nuestras fiestas de
larga duración donde hombres y mujeres caen del
cielo y a pedir de boca el suche es rey y el rey paco
raso y las paganas vírgenes sabias mujeres, etc.
Todo se revuelve
no sé dónde deberías comprar ropa para lucir con
eso del hábito y del monje, ¡habitar tanto lugar
común!… Pórtate mejor como chaqueta amarilla
si te has ido a pique sobrevive en la submarina y
escríbenos en la arena porque igual te queremos
Bibliografía
- Abalo, M. (10 de diciembre de 2019). Elvira Hernández: “Nuestras reacciones no tienen que ver con la palabra, tienen que ver con la fuerza”. Revista Santiago.
- Arroyo, G. (2013). El ojo como una lengua elongada. Algunos apuntes a modo de prólogo. En E. Hernández, Actas Urbe (págs. 9-21). Santiago, Alquimia Ediciones.
- Arroyo, G. (2019). Una mancha de té sobre la urbe. En E. Hernández, Elvira Hernández en breve (págs. 3-6). Santiago, Editorial Universidad de Santiago de Chile.
- Brodsky, C. (junio de 2013). Entrevista a Elvira Hernández “Acá el culto del poeta único ha contribuido mucho a que la poesía haya quedado en la indigencia”. El Desconcierto (10).
- de Mora, D. (22 de marzo de 2022). El desorden en la Poesía (Sobre Elvira Hernández). Carcaj.
- García Bustos, J. (27 de abril de 2020). Elvira Hernández: “La vida se está deslizando a una velocidad endemoniada». The Clinic.
- Granja, S. (13 de septiembre de 2020). Después del punto final, el poeta debe pasar al anonimato. Entrevista con la poeta chilena Elvira Hernández por su obra de 35 años. El Tiempo.
- Guzman, J. (2003). Otra carta de Elvira Hernández. Presentación al libro «Santiago Waria» en su primera edición. Letras.s5.com. Proyecto patrimonio.
- Hernández, E. (2013). Actas Urbe. Santiago, Alquimia Ediciones.
- Hernández, E. (2019). Sobre la incomodidad. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
- Olea, R. (1992). Elvira Hernández: autora de sí misma. Letras.s5.com. Proyecto patrimonio.
- Paz, G. (22 de enero de 2022). Entrevista a Elvira Hernández: “Mi escritura está tirada en la vereda y el lector la recoge”. El Porteño.
- Ramírez, V. (18 de diciembre de 2019). Elvira Hernández: “Lo único que puede calmar algo es la justicia”. Palabra Pública.
- Retamal, P. (2 de junio de 2022). Elvira Hernández y Stella Díaz Varín: las dos poetas esenciales nombradas en el discurso de Boric. La Tercera.