LOS DESECHOS VENERABLES
Los collage y objetos de Claudio Bertoni constituyen una de sus facetas más desconocidas si la comparamos con la inmensa popularidad de su obra poética y con el prestigio de sus fotografías. En ese sentido, esta muestra recupera y pone en circulación una importante cantidad de piezas visuales de la historia artística de Bertoni, que a estas alturas es también parte de nuestra tradición cultural contemporánea.
Lo que caracteriza al imaginario de Bertoni es el desenfado, el humor, la contemplación, la impudicia y el erotismo, todas ellas experiencias que se condensan con frescura insólita en sus trabajos visuales. Observamos en las imágenes que despliega cómo su inconsciente se deja caer sin temores, ni piedad. Exhibe una iconografía constituida con materiales precarios y frágiles, personales y públicos, que transmiten una singularidad fuera de serie, descarada.
Es pertinente constatar que los trabajos plásticos de Bertoni están en una frecuencia alternativa a su poesía, fraguada en la contemplación del ombligo infinito y en el manejo de las pulsiones animales. Ambas expresiones provienen de una necesidad por señalar lo nimio, lo que acontece, con perplejidad. Bertoni consigue revelar sensaciones con una inteligencia que deja espacio al chiste y a la melancolía, y que no le teme al azar ni al placer. Su causa es excéntrica y emblemática: dejar un rastro, una huella mínima y nítida de la pequeñez que nos define.
Sin duda su voluntad por desacralizar el arte está fundada en su vida, inspirada en los filósofos cínicos y los anacoretas ardientes. Así se entiende por qué Bertoni fue capaz de echar mano a texturas tan disímiles como la cáscara de cera roja de un queso, las fotos de revistas femeninas, los fragmentos escritos y luego tachados, así como a aquello que recoge de sus caminatas por las playas, para articular un discurso sobre la nada, a la vez, leve y profundo. Bertoni hace que los desechos que arroja el mar, ya sean trozos de madera, fragmentos de choclos o zapatos curtidos por el agua, la sal y el sol, se conviertan en venerables. Los recoge y ubica en otro plano para que veamos la salvaje y ligera belleza de lo inútil.
por Matías Rivas